Pequeña gran revolución


Marzo de 2017, Pioneering Spirit, Allseas

Me acerco a mi jefe en ese momento, un poderoso inglés de Liverpool con enormes manos llamado Carl Lawton, con quien siempre he tenido una buena relación, y le digo desde lejos:
-Carl, no estoy pidiendo permiso, te estoy informando: a mediados de junio, pase lo que pase, estaré en casa.

Me mira, sonríe y responde:
-Esto solo puede significar una cosa… y te felicito, papi Cris.

Puedo decir, sin exagerar, que nada me ha emocionado tanto en la vida como la llegada de mi primera hija.

Meses después, y contra todo pronóstico, a solo 15 días de la fecha prevista para el parto, mi esposa recibe una llamada de mi empresa: necesitaban que viajara a Rusia para preparar el barco junto a otros compañeros, en vistas a su primer proyecto de tubería.

Un día antes de volver a casa, mi jefe me pregunta por radio:
—Budiño, ¿podrías quedarte cuatro días más?

Mi respuesta, con incredulidad, fue:
—Puedo, pero…

Y ahí quedó todo.

Fue la vuelta a casa más feliz y, al mismo tiempo, la más estresante de todas las que he vivido en estos años de mar.

El 22 de junio de 2017, Candela Budiño Lijó llegó al mundo. Nunca olvidaré ese momento. Estaba en la sala de espera cuando una enfermera me llamó:
-El padre de Candela, por favor…

Con los nervios a flor de piel y la sensación de estar fuera de lugar, entré en la habitación y vi a la enfermera sosteniéndola en sus brazos. Qué belleza. Siempre había pensado que los recién nacidos eran, digámoslo sin rodeos, algo feos. Pero esa idea desapareció al instante al ver a ese bebé llorando, llena de vida y fuerza. Era mi turno para hacer el piel con piel, ya que su madre descansaba tras un parto complicado.

Poco después la llevamos a casa. Desde entonces, no he dejado de aprender de ella, siempre tan llena de energía y vitalidad.

Los años han pasado, entre idas y venidas. ¿Cuántas veces he llorado al marcharme al barco, y cuántas veces he llorado al volver y verla de nuevo?

Recuerdo que, en cada llamada desde alta mar, ella me preguntaba cuántos días faltaban para mi vuelta. Y eso me partía el corazón.

Hoy Candela cumple 8 años. Le di una gran noticia el día que le conté que ya no volvería a navegar:
-Candela, ¿sabes que papá ya no se irá al barco?

Su respuesta fue:
-No te preocupes, papá. Mañana abriremos mi hucha y sacamos algo de dinero para salir adelante.

A pesar de la tristeza que sentí por dejar el mar, en el fondo experimenté una alegría inmensa. Mi hija, con solo 7 años en aquel entonces, estaba tan feliz de saber que su papá se quedaría con ella.

Hay muchos días en los que me desmorono. Y ella, sin saber aún lo que realmente me ocurre, me hace sonreír con sus palabras espontáneas. No sé cuándo se la presentaré a mi amigo Mr. Park, pero tengo la sensación de que lo averiguará por su cuenta. Su inteligencia siempre la mantiene un paso por delante de mí… y de todos los demás.

Ella ha vivido conmigo lo que una vez viví con mi padre. Y sin saberlo, ha sido quien me ha hecho entender por qué él pasó la mitad de su vida navegando.

Son las dos de la madrugada mientras escribo estas palabras, entre lágrimas. Sé que podría hablar de mi hija durante horas.

Como dice la canción: “Que nadie se atreva a ponerle nombre a tus sueños”, porque serás tú, y solo tú, quien decida hasta dónde llegar.

💘 Te quiero, mi niña. 💘



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