
Crónica de un nuevo camino
Todo comenzó hace aproximadamente cuatro años…
Un pequeño temblor en el brazo izquierdo. Insignificante. Ni se me pasaba por la cabeza relacionarlo con algo tan serio.
Durante los tres años siguientes, nada nuevo que yo notara. O, tal vez, no lo supe ver hasta que llegó el diagnóstico.
El primer golpe
A finales de 2023 empezaron los tropiezos. Mi pierna izquierda no respondía como antes. No era algo constante, pero sí lo suficiente como para empezar a preocuparme. Una ligera cojera, pero sin dolor. Era como si tuviera que forzar cada movimiento de mi parte izquierda del cuerpo.
Voy al neurólogo. Me hacen una resonancia cerebral. Cuatro movimientos después, recibo la bofetada.
«Tienes Parkinson.»
No creo que un puñetazo de Mike Tyson sea peor. Me quedo sin aire. Mis hijas, mi mujer, mis padres… Todo pasa por mi mente en un segundo. Me deja en la lona, en el primer asalto.
Estado de shock
Durante semanas, no sabía ni qué pensar. Estaba bloqueado. Uno no está preparado para escuchar esas palabras.
Seguía trabajando, acababa de cambiar de empresa y estaba contento. Pensaba que seguir activo me haría bien.
Los primeros meses fueron casi normales: barcos, vuelos, grúas, vacaciones… Pero el insomnio comienza a a hacer acto de presencia, y con él, la depresión. No sé cómo salí de eso.
El punto de inflexión.

Un año atrás, estando en el barco, una indisposición me obliga a volver a casa. Nada relacionado con la enfermedad. Pero ya en tierra firme, me hago la gran pregunta:
¿Vale la pena seguir en este trabajo?
¿Poner en riesgo a mi equipo?
Dormía apenas dos horas por día. Me quedaba dormido en reuniones, incluso de pie, hablando con compañeros en cubierta.
Tomé una decisión difícil: dejar el mar.
Contarlo
Solo lo sabía mi entorno más íntimo. Pero a finales de diciembre, cuando el 2025 estaba por comenzar, decidí abrirme. Decírselo a los míos.
Ahí empieza el cambio.
El subidón
Contarlo me liberó. Empecé a plantarle cara a Mr. Park. A conocer mi cuerpo, entender la medicación, sus horarios, sus efectos. A aceptar mi nuevo yo.
Mr. Park está conmigo siempre. Me acompaña mientras cuelgo la ropa, hago una cama, me ducho… Pero ahora yo también le recuerdo a él que estoy aquí. Que aunque convivimos, no me fío de él.
La calidad de vida
Hay días mejores y días peores. El alcohol se ha ido casi por completo (aunque a veces tomamos una cerveza juntos). Estoy empezando a cuidar mi alimentación. La ansiedad me ha hecho atacar las galletas de mis hijas más de una vez. Pero voy aprendiendo.
La medicación es importante. Pero el deporte lo es aún más. Ejercicios de equilibrio, reflejos, coordinación… Todo de la mano de un profesional.
La bicicleta: mi refugio

Sobre la bici, Mr. Park desaparece.
Soy libre. No hay Parkinson en la bicicleta. Solo cuando me bajo, vuelve. Estoy saliendo poco aún, pero cada día tengo más ganas. Necesito fuerza de voluntad, y estoy trabajando en ello.
Inspiración
Me ayuda mucho ver cómo otras personas también lo enfrentan. Como Jose Alberto Estrada, extriatleta y actual corredor de largas distancias. Su documental «Vivir es la meta» me hizo click. Hoy tengo la suerte de estar en contacto con él y me inspira ver sus logros.
¿Y por qué escribo esto?
Sé que a algunos no les interesará. Y me da igual.
Escribo para mí. Para liberar lo que llevo dentro. Para ordenar lo que pienso. Para sacar lo que pesa.
Este blog es mi vía de escape: pensamientos, recuerdos, frustraciones, música, deporte… Me da igual si alguien lo lee o no. Aquí, yo tengo la palabra.
No navego solo
Este barco no va a la deriva. Me acompañan personas que me guían cada día. Que soportan mis cambios de humor, mis bajones. Personas que están más pendientes que yo de que tome la medicación.











Alma y Candela, mis hijas.
Mi mujer, mi roca, mi motor.
Mi suegra, mi segunda madre.
Mi madre, mi vida entera.
Y mi padre, desde algún lugar, mi héroe y mi capitán.
Mis amigos, mi familia… Por todos ellos vale la pena seguir remando.

A veces escucho a personas con la enfermedad decir que ya no son las mismas desde el diagnóstico. Yo me niego. Me sigue gustando la música, la bicicleta; sigo cantando a veces debajo de la ducha. Sigo siendo ese Pitufo Gruñón que siempre he llevado dentro. Por eso no puedo decir que ya no soy el mismo.
¿Que ha cambiado mi forma de pensar y de ver las cosas? Que mi sonrisa no es la de antes?? Claramente, es obvio. Pero todo eso que soy sigue estando dentro de mí, y estará siempre.
Pd: Con estas palabras solo pretendo divulgar la enfermedad. Romper con esa idea de que el Parkinson solo afecta a ancianos. Romper con la idea de que el Parkinson es solo temblor (¡ese es el menor de mis problemas!). Los síntomas son diferentes en cada persona. Esto debe ser algo de lo que se pueda hablar con normalidad.
Estamos aquí. Tenemos hijas, parejas, mascotas. Pensamos, sentimos, queremos ser felices. Solo que, a veces, lo tenemos un poco más difícil. Tenemos algunas limitaciones… o las tendremos. Pero aquí estamos.
Gracias de antemano a los que hayáis perdido unos minutos en leer estas palabras.
Os puede gustar más o menos, pero se agradece compartir.



Deja un comentario