Reflexiones de un padre que tomó el relevo

Siempre lo había escuchado, pero nunca lo había sentido tan de cerca: las mujeres son el verdadero motor de la familia. Durante generaciones, han llevado el peso del hogar, muchas veces sin reconocimiento. Mi madre lo hizo con mis hermanos y conmigo; mi mujer lo hace con nuestras hijas.
Y ahora… me ha tocado a mí. Y no, no es fácil.
Lo que ha vivido mi madre cuidando de sus tres hijos solo lo sabe ella. Lo que ha vivido mi mujer cuidando de nuestras niñas, solo lo sabe ella. Ahora, con el testigo en mis manos, me repito como un entrenador motivando a su equipo: ganar, ganar y ganar.
Llevo un año entero con mis hijas en casa y, creedme, ahora lo entiendo todo.
Esa tensión invisible que se instala en el cuerpo porque, de forma inconsciente, estás pendiente de ellas cada segundo: si están bien, si están mal.

Las tardes de invierno, convertido en taxista de turno, llevándolas a sus actividades extraescolares.
Y el verano… ay, el verano. Ese momento en que salimos rumbo a la playa y parece que nos vamos a Benidorm con tres maletas y media casa a cuestas.

No todos los días son buenos. Hay momentos en los que cuesta sonreír, pero uno aprende a poner la mejor cara y seguir adelante.
Porque, al final, estoy con ellas. Y eso… eso no lo cambio por nada del mundo.

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